domingo, 1 de diciembre de 2019


El oleaje aumentaba, tanto como la desesperación por no ver tierra, el hambre ya no le era incómodo, la sed por otro lado se rehacía incapaz de controlas, los días parecían noches y las noches congelantes eran eternas, anhelaba las figuras de las aves que le avisarían su llegada.
De pronto, como un intruso nocturno en el hogar, el pánico se anidó en su mente, su corazón latía como queriendo escapar de su pecho, sus manos heladas no paraban de sudar, la vista se le nublaba y entre tanto caos prefirió ya no mirar.
En su último respiro se preguntaba si la luz al final del túnel realmente existirá.

-Catartico.

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