Estaban ambas sentadas frente al mar, discutiendo sobre el vuelo de las gaviotas, una de ellas, la más joven, no podía creer que unos animales tan alejados de la gracia de dios le causara tal fascinación a su compañera. Reían intentando no soltar grandes carcajadas para no llamar la atención.
Luego de unas horas de eternos debates sobre las maravillas de la vida se despidieron en un abrazo, ambas sabían que luego de esa tarde no volverían jamás.
-Catartico; ahora es cuando más extraño el calor de tus brazos, tu lugar en mi cama.
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